Los partidarios del anarco-capitalismo creen que el libre mercado y la competencia son las mejores formas de asegurar el bienestar económico y social. Consideran que la intervención estatal en la economía, como regulaciones, impuestos y redistribución de la riqueza, son ineficientes, injustas y limitan la libertad individual.
En un sistema anarco-capitalista, los servicios normalmente proporcionados por el Estado, como la seguridad, la justicia y la defensa, serían proporcionados por el sector privado a través de empresas privadas especializadas. Esto incluiría también servicios como el sistema de salud, la educación y la infraestructura.
Los anarco-capitalistas defienden el principio de la no agresión, que implica que no se deben utilizar fuerza o coerción para lograr objetivos económicos o políticos. Consideran que las interacciones y transacciones voluntarias entre individuos son la base de una sociedad justa y próspera.
Sin embargo, el anarco-capitalismo es una ideología controvertida y tiene críticas sustanciales. Los detractores argumentan que la falta de regulaciones y protecciones estatales podría llevar a la explotación y la desigualdad extrema. Además, hay preocupaciones sobre cómo se manejarían los bienes y servicios públicos, como el agua y el aire, en un sistema anarco-capitalista.
En general, el anarco-capitalismo es una posición extrema dentro del espectro político y económico, y su implementación práctica ha sido muy limitada.

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